viernes, mayo 27, 2005

Nota sobre el recital electroacústico de La Portuaria en Luna Bar

En un reportaje de un par de meses atrás los integrantes de La Portuaria trataban de precisar ante el periodista en qué consiste eso que todos llamamos "éxito". El baterista (el rosarino José Luis "Colo" Belmonte) decía: “el éxito es disfrutar lo que se hace y tener la posibilidad de seguirlo haciendo”. Teniendo en cuenta esas palabras podemos decir que La Portuaria es un grupo totalmente exitoso porque la felicidad que irradiaron detrás de sus instrumentos fue avasalladora y, mejor aún, contagiosa. ¡Cuantas ganas de tocar que tienen estos tipos que -encima- vienen remando hace tanto! Como si fueran apenas unos primerizos.

Atendiendo al repertorio, el show incluyó algún material nuevo que saldrá en el próximo Rosa de los Vientos, muchos temas de su último 10.000 Km ("Besos y rezos", "Discúlpame", "Huracán", "10.000 Km", "Geisha", "Bajo la piel", "Nadie sabe dónde va"), más algunos rescates de toda su carrera como "El bar de la calle Rodney", "Los mejores amigos", "Nada es igual" y "La cruzada del hombre" en una hora y media de duración.

Lo atractivo de este concierto de La Portuaria pasó por su manera de encarar el título de show "electroacústico", que a esta altura podía sonarnos como un apenas disimulado eufemismo de fórmulas demasiado frecuentadas: unplugged, desenchufado, etc. Mientras que muchas bandas se vuelven acústicas quitando la guitarra eléctrica y tocando exactamente lo mismo que en el disco "pero acústico", La Portuaria trabajó su sonido e instrumentos pensando en esta formación. Se notó que el paso de gente tan interesante -y rara- como Alejandro Terán, Fernando Samalea o Christian Basso dejó huellas en el grupo. El acordeón y los sonidos "electrónicos" de los teclados de Sebastián Schachtel, la batería con bombo legüero en lugar de bombo y el cajón peruano del Colo Belmonte, el bajo fretless (y el trombón) de Pablo Jiménez, y las guitarras (slide y 12 cuerdas) de Diego Frenkel y Adi Azicri se adaptaron de lleno a sus arreglos verdaderamente electroacústicos.

En una síntesis de música para bailar, sintonía con el público y canciones muy bien logradas, La Portuaria se levanta en el panorama del rock nacional como un lugar de dignidad: un espacio que han sabido ganarse haciendo lo que deben hacer. Sonar bien. Y los que estuvimos el viernes pasado en Luna Bar sabemos que fue así. Costó mucho dejarlos bajar del escenario. Ni nosotros ni ellos querían que la noche termine.

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