viernes, mayo 27, 2005

Recital de Natas y Sinapsis en el Galpón 11 del CEC

El Galpón 11, al lado del río, era una heladera el sábado a la noche y la verdad es que había muy poca gente cuando comenzó el show del trío rosarino Sinapsis. Mucha fuerza y ritmos bien bailables de esta banda techno-rock con claras influencias de Depeche Mode, Kraftwerk o Joy Division. Más cercanos al concepto de “tocar” música que tienen los dj´s, brindaron un set muy electrónico que el público no acompañó: todos permanecimos a tres o cuatros metros de la valla. Y para peor, sin bailar. Lo que al hablar de este género y de nosotros como público es bastante malo.Los tres integrantes, Charles Egg (sintetizadores + programaciones), Martín Arias (guitarras) y Leandro Giandoménico (batería), dieron todo de sí pero no alcanzó, el frío reinaba y bailar no parecía ser una opción para entrar en calor. Además, la energía de las canciones comenzó a decaer ante tanta insistencia del mismo tempo, que las volvía parecidas unas a otras y hasta intercambiables quizás. La aparición de un cover de Depeche Mode amagó con soltarnos un poco pero las falencias de la voz de Charles Egg les jugaron en contra.

Lo del público rosarino es ya una especie de pacatería clásica que atenta contra muchos grupos (recuerdo en especial un recital de Santos Inocentes donde todo ardía sobre el escenario y abajo éramos unos perfectos esquimales). Más allá de ese detalle “sociológico”, la propuesta de Sinapsis, cuidada en aspectos de vestuario y puesta en escena, se tornó repetitiva musicalmente y quizás eso haya contribuido a nuestra frialdad.

La gente de Natas apareció sobre el escenario y el público empezó a acortar esos tres o cuatro metros que los separaban de ellos. Para casi todos, ésta era la primera vez que podíamos ver a este grupo tan mimado por la prensa (sobre todo, la de Capital Federal) y queríamos estar cerca.

El grupo, integrado por Sergio Chotsurián en guitarra, Gonzalo Crudo Villagra en bajo y Walter Broide en batería, vino con la excusa de presentar su nuevo disco Munchen Sessions grabado en Münich (Alemania). Era un buen gancho para nuestra curiosidad ver a esta banda que grabó en Europa y que trae encima más de 10 discos (la mayoría inconseguible), lo que habla -una vez más- de nosotros como público ¿no?

Su música es bastante inclasificable y resuenan en ella miles de influencias y no sólo del mundo del rock. No se parecen a nada o se parecen a todo. Tienen el valor de una perla negra: son raros dentro de la escena del rock nacional. Invitan a algo distinto y allí reside su valentía y atractivo.

Ahora bien, y lamento no acordar con el enganche que tuvieron la mayoría de los presentes, yo me aburrí notablemente. Son distintos, es cierto pero eso no es un valor en sí mismo. Mucho periodismo de rock alaba la condición de “colgados”, de música de “cuelgue”, del primer Black Sabbath, del Pappo’s Blues de los ‘70, de Pescado Rabioso, de la psicodelia alemana, etc. Todo bien, pero debo sincerarme y contarles que su concierto me pareció aburrido y su música demasiado homogénea. Muy buenos músicos los tres, no lo pongo en duda y lo comprobé, siempre que estemos hablando de condiciones técnicas. Hay muchas fuentes en sus canciones pero el color sonoro de Natas los aplanaba con su fuerza stoner y heavy, sus distorsiones y sus “cuelgues”. A veces los temas se volvían interminables y todo empezaba a ser igual a todo.

Al igual que ellos, me molesta el rock pasteurizado y las estrellas salidas de reality shows, pero su propuesta -que reconozco distinta- no me convence tampoco. ¿Hablamos de música o de ser sencillamente distintos?

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