domingo, diciembre 04, 2005

Nuevos discos de los Presidentes de allá arriba

Sufrimos mucho los pocos fans de esta banda cuando a mediados del 2001 una noticia empezó a correr en la web: Freaked out and small (2000) había sido el último disco de The Presidents of the United States of America. Los blogs y páginas de fans (no tantas) contaban que Chris Ballew, su cantante y bajista había tenido un hijo y andaba con ganas de abandonar un poco el mundo de los business musicales para ser un padre-presente. El gesto tenía algo de dignidad, esa que le conferimos automáticamente a toda persona que renuncia a algo, pero lo más importante era que al fin y al cabo nosotros no tendríamos más discos de ellos.

En aquel entonces me propuse escribir una nota sobre ellos. Quería contar mi versión de quiénes eran, o lo que era peor: quiénes habían sido. Como tantas otras cosas que no hice, la nota fue volviéndose interminable y a cada rato encontraba algún nuevo dato que debería incluir.
Siempre me habían gustado sus canciones, cercanas al sonido grunge, sí, pero sin esa oscuridad y ese sufrimiento. Eran de Seattle, como Nirvana, pero despertaban la sospecha de que habían encontrado el secreto para ponernos contentos sin que eso signifique simplemente hacernos caer en la estupidez. Una alegría bien entendida, algo así como la de los discos de Talking Heads o They Might Be Giants, que te pueden levantar un mal día con sólo una canción de tres minutos. Todos conocimos a The Presidents por Lump (“she’s lump, she’s lump, She might be dead”) o Peaches (los “millions of peaches for free” que El Otro Yo luego consideraría inútiles para la salvación en 10.000.000).

Una guitarra con tres cuerdas, el bajo con dos cuerdas y una batería (sin cuerdas, bromean ellos) apenas completa. No necesitaban más que eso para hacer buenas canciones. Nada de solos y virtuosismo, ellos buscaban la estructura despojada de la canción. Como los Ramones en los setenta. Si la canción es lo suficientemente hermosa se banca con indiferencia su desnudez en cualquier lugar. Y a esta estética The Presidents la lleva hasta sus últimas consecuencias. No hay siquiera traición en el piano que se agrega en Tiny explosions: es apenas rítmico. Por eso sus discos apenas sobrepasan los 30 minutos, lo que nos lleva a intuir que muchos discos –obvio, no todos– podrían reducirse a esa duración y que el resto es apenas exhibicionismo técnico.
En las disquerías de Rosario era muy difícil conseguir noticias de ellos pero por suerte está la web: Pure Frosting (1998) se podía bajar (o ¿por qué no? comprar en varias tiendas virtuales). Un disco de versiones en vivo, de cosas nunca aparecidas en disco, etc... lo que decía Frank Zappa: “otro intento de las discográficas de venderles dos veces lo mismo”. Sí, pero cómo puede hacer un fan para contenerse ante ese ofrecimiento. Sí, sí, ya sé, la nostalgia por ellos no se calmará por un disco de “lados-B” pero es un poco más digno que formar una banda tributo y decir: “ya que nos los pude ver, esto es lo más cercano que puedo tenerlos”. No, vade retro, el disco de misceláneas estaba bien: aceptable.

La nota que nunca escribí iba a terminar con una reflexión sobre qué hacer con la horfandad en que nos dejan nuestros grupos amados pero una noticia que me llega de un sitio (alguno de ésos a los que uno se suscribe sin saber bien por qué) volvía a cambiar las cosas. ¡The Presidents se reunía otra vez! Y no para una despedida “como nuestros fans se merecen”, sino con disco nuevo bajo el brazo. Qué miedo. Uno ya estaba empezando a idealizarlos y ahora habría que ver si ese regreso pagaba nuestras expectativas.

Love Everybody es el nombre de esos 35 minutos de felicidad que The Presidents nos regala en 14 canciones. Ninguna nostalgia, ninguna mirada poco elegante de su pasado. Que bueno contar con una banda que no actúa lo que ya fue. Que bueno no estar huérfano de banda y poder pensar en serio que no toda la buena música pertenece al pasado.

|

Show de Gillespi en Luna Bar el viernes 21-10-2005

La banda de Gillespi vino, vió y venció. Un público ansioso lo esperaba en la calurosa noche del viernes y el trompetista de Buenos Aires llegó para cumplir con las expectativas que genera su propuesta: música y humor. En un escenario excesivamente pequeño, los 7 integrantes de la banda trataron de acomodarse y sortear los problemas de sonido -de todo tipo- que a través de la noche fueron surgiendo. Problemas que contribuyen, a su manera, a crear ese clima de "living con amigos a las cuatro de la madrugada" tan característico de los shows de Gillespi.

Con canciones de sus último discos -"Es" y "Bell Vill"- y una banda formada por Pablo Plebs (guitarra), Juan Miguel Valentino (Guitarra), Gustavo Giles (Bajo), Gerardo Prícolo (Batería), La Cabra (voz) y Alejo Scalco (teclados) el show avanzó con soltura. Se extrañó la presencia de Patán Vidal en piano, anunciada por los diarios, que ha venido acompañándolo desde hace tiempo aunque es justo decir que Scalco cumplió con solvencia su reemplazo. Si dejamos de lado las cuestiones de un sonido deficiente, la banda de Gillespi sabe muy bien lo que hace. Los solos a la Wes Montgomery de Valentino (que tiró la idea de venir con su grupo "Valentino Jazz Bazar" para estos pagos), el color más rockero de Pablo Plebs, la voz de La Cabra -¡increíble!- y un solo cargado de buen gusto, algo de pirotecnia y mucho de destreza a cargo de un impecable Gustavo Giles que recibió una ovación gigantesca y se convirtió en el punto más alto de la noche.

Cuestiones musicales que hay que remarcar porque a veces lo humorístico es tan preponderante en sus shows que uno empieza a olvidarse de que esto también era una invitación para escuchar música. De lo otro, el humor, Gillespi se encarga jugando con historias inverosímiles sobre los integrantes de la banda, haciendo el horóscopo chino de alguien del público (Valentino es su astrólogo estrella en el programa de las medianoches de la FM Rock & Pop) y riéndose del nivel de desorganización de sus perfomances. Los que fueron a buscar sólo música salen un poco -no mucho- defraudados, los que fueron a ver al conductor de Radio y Televisión y muy poca música también. Salen beneficiados quienes saben que van tener la oportunidad de estar en el living de Gillespi, escuchar a su banda de ¿funk? ¿jazz? y reirse un rato con sus ocurrencias. Un buen rato con alguien que se parece bastante a un amigo personaje.

|
Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com